Murales del corredor de la entrada
Como se ha mencionado anteriormente Diego Rivera entró a trabajar en los muros de la ENA por primera vez en 1923, pero tuvo una segunda aportación que se produjo en el año de 1946; en donde en la primera etapa era presidente de México Alvaro Obregón y que se continuo durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, hasta volver en el último año de gobierno del general Avila Camacho.
Epoca de esta primera etapa en la que la reforma agraria había sido puesta en marcha por Obregón que se limitó -como dijera Jesús Silva Herzog– a repartir tierras a los pueblos sin estudios previos, sin disponer de medios financieros para organizar el crédito agrícola, ni surtir de maquinaria moderna a los ejidatarios, pero cierto es también que lo que se hizo fue lo único que entonces pudo hacerse; ya que de no haberse iniciado dicha reforma, hubiera sido imposible establecer los primeros cimientos de la paz en la República. Y ya en sus cuatro años de gobierno Elías Calles distribuyó el doble de tierras que Obregón.
Cabe destacar también de que nunca antes había pintado Rivera recintos enclavados en zonas rurales, pues en los breves datos autobiográficos escritos para la monografía sobre sus primeros murales, editada por la Neue Dutscher Verlag de Berlín en 1928, señaló que el complejo arquitectónico de Chapingo estaba enclavado en el campo, en una región habitada por campesinos indios, culturalmente preparados para asimilar imágenes de carácter simbólico. Debido a las peculiaridades de su cultura antiquísima -decía- y de su temperamento poético y lleno de fantasía, el pueblo indio está acostumbrado a representarse a las fuerzas de la naturaleza como personas.
Ideología resultante de su contacto directo con los campesinos texcocanos de la zona, muy marcados por los ideales zapatistas. Ya que si se inauguraba una escuela rural, Diego estaba en la ceremonia; si los campesinos acudían a observar los cultivos experimentales para mejorar las cosechas, en las primeras parcelas controladas por la ENA, ahí estaba Diego tomando apuntes e impulsando la organización de la gente para un mejor éxito en los resultados. Recibiendo de esta manera toda esta asombrosa lección de tradiciones espirituales históricamente arraigadas en todo el México rural.
Así es como en esta situación histórica y concreta de México es que se basó Rivera para iniciar los primeros murales en Chapingo, que son los del zaguán y la escalera del edificio principal, sede hoy de la Rectoría y la Secretaría de la universidad. Tomando en consideración, además, de que nunca antes había pintado Rivera recintos enclavados en zonas rurales, por lo que él explicó desde una de las páginas de la revista El Arquitecto lo siguiente:
«En el cubo del zaguán y en el hall de la escalera la decoración tiene un carácter popular, y el empleo de la anécdota sirva al pintor para adaptarse a las condiciones del lugar, y dar libre curso a su sentir en el terreno puramente plástico: necesidad de avecinar personajes de tamaño natural con personajes muy pequeños, dado que en los testeros del hall se puede tener suficiente distancia, no así para los muros laterales”.
Además de señalar en la misma revista de que en los testeros del hall (cubo) se tiene la suficiente distancia visual, no así para los muros laterales de la escalera en donde aparecen trajes de blanca manta o de mezclilla azul, sombreros de palma, guaraches y otros atuendos típicos.
Cabe señalar y como el mismo Diego comentaría en esta primera etapa de su trabajo, que puso mas acento a lo narrativo que a lo simbólico, como lo sería al pintar la capilla; obra que por cierto fue realizada con cierta premura para poderla concluir en la fecha de la ceremonia inaugural de la nueva sede a la que asistió el presidente Alvaro Obregón; además de incluir el Pueblo Cooperativo anexo a Chapingo, para el cual Rivera había diseñado una fuente con adornos de azulejos, guirnaldas y cabezas de caballos, talladas por canteros a quienes no pudo supervisar.
Primavera, Verano, Otoño e Invierno.
Estos fueron los temas que eligió pintar en el zaguán, las cuatro estaciones, empleando símbolos muy sencillos y directos de cada una de las estaciones, en las cuales también aparecen varios grupos de campesinos, con preponderancia de mujeres. De un lado Primavera y Verano (muro oriente), el otro Invierno y Otoño (muro poniente).
En el Invierno se ve al campesino que ha sabido juntar a tiempo su haz de trigo, y a sus pies, arrodillada y de perfil, el primer desnudo femenino de los muchos que Rivera habría de pintar en la ENA. Y a la dercha de la puerta de entrada, se tiene representado al Otoño, bajo un sol de alfarería popular, y debajo de éste, un tríptico de Tehuanas (Oaxaca) conformando un triángulo asimétrico.
Enfrente, en el muro poniente, aparece todo un clásico en la obra de Rivera, La vendedora de alcatraces que se encuentra colocada bajo la Primaverales con sus vientos de «febrero loco y marzo otro poco». Y en la parte superior a la derecha aparece el Verano en forma de mujer en una nube, que regará con su lluvia generosa la siembra del campesino, apareciendo también arrodillada otro desnudo femenino que, como el del otro tablero de enfrente, tiene connotación de tierra feraz, en metáfora delicadamente erótica.
Cabe destacar que el ayudante más cercano en las tareas del edificio principal fue Xavier Guerrero a quien confío algunas partes íntegramente. De su mano son el plafón del zaguán, las inscripciones y las grisallas con motivos ornamentales de la escalera. Pero como la propensión era demasiado decorativista en Guerrero, que no se compaginaba con el discurso plástico de Rivera, éste, sin embargo fue quien solicitó se le contratara para decorar con motivos mexicanistas la casa habitación de los directores de a ENA.
Pero esta separación artística entre el maestro y su ayudante fue amistosa y ambos por su parte siguieron compartiendo con David Alfaro Siqueiros la dirección del periódico El Machete, fundado por los tres como órgano del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores. Actualmente varios de los frescos realizados por Xavier adornan bellamente las instalaciones de la rectoría de la universidad.
(Durango, 1896-Ciudad de México, 1974). Pintor y muralista mexicano que fue uno de los pioneros del Muralismo de inicios del siglo XX. Se inició en la pintura trabajando con su padre, que se dedicaba a la albañilería y la decoración.
En 1912 se trasladó a Guadalajara en donde empezó a pintar murales hasta que en 1919 se trasladó a Ciudad de México. En donde la mayor parte de su obra fue en colaboración con otros pintores, como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, o subordinada a ellos; tarbajando también en el Colegio de San Ildefonso (UNAM), el edificio de la SEP y Chapingo. Y por degracia gran parte de su obra se ha perdido.
Escaleras que dan acceso al segundo piso.
En este tablero central de la escalera, Rivera repitió dos temas ya desarrollados en la Secretaría de Educación: El reparto de tierras y El saludo del campesino y el obrero, quedando escrito en la parte alta AQUI SE ENSEÑA A EXPLOTAR LA TIERRA, NO A LOS HOMBRES, pensamiento -diría después- que era ciertamente apropiado para una escuela de agricultura, y que es una frase que tiene un principio enunciado por Zapata.
Apareciendo en el centro un personaje de rasgos aborígenes y largo manto (anaranjado) extendiendo sus brazos (como el Pantocrátor del Anfiteatro Bolívar), sobre las cabezas de un campesino y un obrero que se estrechan las manos, para indicar la unión que representa el espíritu de la Revolución que cobija el gesto de su propia supervivencia. Y a ambos lados unas mujeres sentadas entre nubes, como extraídas de una pintura religiosa, soportando en el regazo elementos emblemáticos de la ciencia y de la técnica.
A él le gustaba aclarar que la idea había sido subrayar la unidad del campesino y el obrero, no a la luz de las artes y las ciencias, sino al amparo de las ciencias fundamentales que intervienen en la formación profesional del ingeniero agrónomo. Con símbolos claramente discernibles se ven ahí las matemáticas, la botánica, la zoología, la geología, etcétera.
Este mural es el que aparece a la derecha de las escaleras y que se le dio el nombre de El Buen Gobierno, en donde se puede apreciar el campo y la ciudad en desarrollo industrial y el agrario que se distribuyen de una manera concertada y racional.
Al cual Diego Rivera regresaría en 1946 para pintar en el nicho de la derecha al presidente Obregón con su secretario de Agricultura y Fomento, Ramón P. Denegri. Y en el nicho de la izquierda al presidente Ávila Camacho con su secretario de Agricultura y Fomento, Marte R. Gómez.
Mural que en la base de la composición en su conjunto aparecen dos grandes figuras reclinadas: una madre y una telegrafista, que como un gracioso homenaje a las artesanías regionales, el telégrafo está contenido en dentro de una cajita de Olinalá (Edo. de Guerrero).
Y por otra parte, la adición de estas dos figuras de los mandatarios y sus colaboradores quedaron como «elementos extraños», fuera de cualquier simbolismo, explicable sólo como un refrendo a su aprobación de la reforma agraria emprendida por los gobiernos emanados de la Revolución; y que la izquierda mexicana criticaba de manera radical.
EL MAL GOBIERNO
En la pared opuesta los espacios equivalentes están ocupados por dos campesinos abatidos por la desocupación y la miseria. En El mal gobierno todo es desorden, represión, descuido y militarismo.
Este es el mural que se encuentra contrapuesto al del frente, se puede apreciar la mesa donde se están firmando los Títulos de Propiedad, en donde Marte R. Gómez sostiene el plano del Pueblo Cooperativo.
Escena que se encuentra entre toda una multitud de ancianos, jóvenes y niños que serán beneficiados; mientras que a algunos se les ve portando fusiles o machetes. Y que como fondo, hay un paisaje de cerros y construcciones antiguas. Asamblea de campesinos que se desarrolla con severa tranquilidad, con sus trajes típicos de manta blanca y sombreros, cuyas líneas circulares quitan monotonía a la preponderante verticalidad.
Y como un detalle, en este reparto de tierras hay hombres de todas las edades, desde ancianos hasta niños, pero ninguna mujer.
Este es el mural que se encuentra contrapuesto al del frente, se puede apreciar la mesa donde se están firmando los Títulos de Propiedad, en donde Marte R. Gómez sostiene el plano del Pueblo Cooperativo.
Escena que se encuentra entre toda una multitud de ancianos, jóvenes y niños que serán beneficiados; mientras que a algunos se les ve portando fusiles o machetes. Y que como fondo, hay un paisaje de cerros y construcciones antiguas. Asamblea de campesinos que se desarrolla con severa tranquilidad, con sus trajes típicos de manta blanca y sombreros, cuyas líneas circulares quitan monotonía a la preponderante verticalidad.
Y como un detalle, en este reparto de tierras hay hombres de todas las edades, desde ancianos hasta niños, pero ninguna mujer.